Uno de los principales retos de Europa es poder contar con una nueva generación de baterías de estado sólido de litio-metal para satisfacer las necesidades energéticas de la electromovilidad y las aplicaciones estacionarias. El proyecto SEATBELT (Solid-state lithium metal battery with in situ hybrid electrolite) tiene como objetivo desarrollar una nueva generación de materiales de batería eficientes y seguros que cumplan los criterios europeos de descarbonización, sostenibilidad, asequibilidad y autosuficiencia en la producción.
Financiado por la Comisión Europea en el marco del programa Horizon Europe, este ambicioso proyecto contó con el apoyo de Zabala Innovation. Los 8 millones de euros concedidos permitirán que este nuevo sistema de almacenamiento de energía vea la luz “antes de 2030”, explica Didier Devaux, investigador del Centro nacional galo de investigación científica (CNRS, por sus siglas en francés) y coordinador de SEATBELT.
¿Qué impacto tendrá este proyecto de baterías de estado sólido en la economía?
La ambición de SEATBELT es contribuir a generar una industria local europea dando el primer paso tecnológico, es decir, el desarrollo de una célula de batería rentable, duradera y robusta que responda a las necesidades de la industria del vehículo eléctrico y estacionario. El reto será cumplir los ambiciosos requisitos de rendimiento de la Comisión Europea. SEATBELT será el punto de partida de una primera cadena de valor europea para las baterías de estado sólido. Los principales representantes europeos de los sectores de I+D e innovación y de la industria ya forman parte de su consorcio.
La colaboración entre el mundo académico y la industria está prevista desde el principio del proyecto. ¿Por qué es tan importante?
Porque nos permitirá seleccionar los materiales de la mejor manera posible, no sólo en función de las prestaciones o el interés para el investigador, sino también teniendo en cuenta el coste y la facilidad de producirlos en cantidades muy grandes. Además, podremos optimizar los materiales y las interfaces de la célula de la batería, para que todo funcione en términos de aplicación.
¿Tuvisteis que formar un consorcio muy plural para llevar a cabo un trabajo tan complejo?
Somos 15 socios de siete países diferentes. Venimos del mundo académico, como Polymat (Universidad del País Vasco) y el CNRS, del mundo de las empresas intermedias, como Euro Support y Polykey, para el escalado, y de los fabricantes de baterías, especialmente Blue Solutions. La participación de estos últimos en el proyecto permitirá recuperar cantidades suficientes de estos materiales para producir baterías que luego se probarán en condiciones reales. Renault también forma parte del consorcio, lo que nos proporcionará una perspectiva industrial centrada en el sector del transporte para los objetos que vamos a desarrollar.
No obstante, proponemos ir aún más lejos y que estos actores colaboren para comprender mejor las cuestiones relacionadas con el ensamblaje de las baterías, los problemas de seguridad y las técnicas de imagen de rayos X y neutrones. Se trata de conceptos bien conocidos por los académicos y que recientemente han empezado a ser utilizados por la industria.
¿Cómo surgió este proyecto?
En una reunión celebrada hace unos dos años y medio, se me ocurrió acoplar las técnicas de imagen y la seguridad. Fue entonces cuando lo comenté con el que luego se convertiría en uno de los socios, el Münster Electrochemical Energy Technology (Alemania). Seis meses después, y durante el año siguiente, discutí la idea con una investigadora de la Universidad del País Vasco y de Polymat, que a su vez se convirtió en socio. Comprobamos si ya había pruebas de interés y, poco a poco, construimos el consorcio. Hace aproximadamente un año, una vez finalizada esta etapa crítica, nos pusimos en contacto con Zabala Innovation.
¿Por qué?
Uno de los industriales, Blue Solutions, estaba convencido de que necesitábamos el apoyo de una empresa especializada que nos ayudara a mantener el consorcio unido – una tarea para la que no teníamos experiencia – y a tener un ritmo de trabajo que nos permitiera cumplir los plazos de presentación del proyecto. Hoy puedo decir que no se equivocó. Con su experiencia, Zabala Innovation estructuró y coordinó la redacción del proyecto para responder mejor a las expectativas de la Comisión Europea.
¿Cómo fue esta experiencia?
Ha ido muy bien. Las tres consultoras que nos atendían, Cristina Catalina, Sara Marin y Audrey Bretaud-Kelle, intervenían prácticamente todos los días. En cuanto había un problema, se planteaba y podíamos trabajar en él. Gracias a este marco y a las reuniones organizadas con los socios y con Zabala Innovation para abordar puntos concretos, pude ir más allá de mis límites como investigador en todos estos aspectos.
Fue una colaboración muy buena e intensa, ya que también había una reunión semanal con los socios clave, como Blue Solutions y Polymat, lo que nos permitió avanzar a un ritmo muy intenso, manteniéndolo hasta la presentación del proyecto.
Lo que realmente marcó la diferencia en la evaluación de la propuesta de proyecto fue la calidad de la parte sobre el impacto. Eso nos permitió ser seleccionados y conseguir la financiación. Así que no tengo ninguna duda de que si tuviera otras ideas de proyectos, volvería a trabajar con Zabala Innovation.
