Opinión
Ciberseguridad
La ciberseguridad en la UE es una prioridad estratégica para los próximos años
Natalia García-Barberena
Consultora senior en Proyectos Europeos y experta en ciberseguridad
Datos
La Comisión Europea impulsa el desarrollo de espacios comunes de datos, para aprovechar su valor en múltiples sectores
Líder de equipo experto en Programas Europeos
Europa está inmersa en una gran apuesta por la organización y la explotación de los datos. Estos se definen como la información que se genera continuamente en cualquier sector y que puede abarcar, por ejemplo, la historia clínica de un paciente y la medicación que está tomando, las estadísticas del tráfico o de accidentes de circulación, las métricas de calidad del aire o las emisiones de CO2, las cifras de generación y consumo de energía, o la información relevante para una fábrica, como producción, niveles de calidad, costes y tasas de fallos. Pero, ¿por qué nos deberíamos ahora preocupar por estos datos? En los últimos años estamos experimentando un aumento radical en la cantidad de información que podemos recopilar y almacenar, al ser los dispositivos electrónicos cada vez más ubicuos y capaces de incorporar un número creciente de sensores. La digitalización que permea todos los ámbitos de la sociedad hace que el volumen de datos que generamos no pare de crecer. Se estima que en 2018 este había alcanzado ya 33 zettabytes, es decir, 33 seguido de 21 ceros, y que para 2025 esta cifra se habrá quintuplicado.
De ahí derivan unos desafíos relevantes. Para empezar, ¿dónde los almacenamos? ¿En discos duros, en bases de datos locales, de forma centralizada en la nube o hay que pensar en alguna solución nueva? ¿Y cómo abordamos las implicaciones relacionadas con la propiedad de los datos (¿a quién pertenece tu información de consumo eléctrico?), la seguridad (¿cómo garantizo que datos críticos de producción de mi fábrica no acaban en manos ajenas?), la calidad del dato (¿es correcta esta medida de temperatura que registré hace cinco años?), o la accesibilidad (¿cómo me aseguro de poder acceder a mis datos cuando lo necesito?). Otro gran reto es la interoperabilidad: los datos se pueden almacenar en distintas plataformas y con una variedad de formatos, y esto puede suponer problemas a la hora de acceder a la información o compartirla.
Y por último tenemos el gran desafío: la explotación de los datos. Es decir, ¿qué hacemos con toda esta información? Lo que queremos es que sea útil, que nos ofrezca un conocimiento valioso, y que nos ayude a tomar decisiones correctas. O, yendo más lejos, que nos permita definir nuevos paradigmas y modelos de negocio y que nos ayude a transformar la sociedad. Si algo está cambiando ya, es que cada vez somos más conscientes del enorme valor que tienen los datos en todos los ámbitos de nuestra sociedad.
La UE está tratando de posicionarse en este mercado global, con la ambición de convertir a Europa en una sociedad basada en los datos, que se percibe con un enorme potencial para impulsar la innovación, el crecimiento económico y el bienestar de los ciudadanos. Las cifras hablan por sí solas: el valor de la economía de datos de la UE se estima en 829 mil millones de euros, lo que supondría, entre otras cosas, trabajo para casi 11 millones de expertos en datos para 2025, una cantidad que duplicaría la que se registró en 2018.
Por todo ello, dentro de la prioridad Una Europa adaptada a la era digital, la Comisión Europea lanzó en febrero de 2020 la Estrategia Europea de Datos, con el objetivo de crear un mercado único de datos que permita el intercambio de forma justa y con reglas claras en cuanto a su acceso y uso.
Los espacios comunes de datos a nivel europeo tratan de dar respuesta a todos estos retos. Basados en un conjunto de principios de diseño, buscan proveer un acceso universal en condiciones equitativas y no discriminatorias (principios FRAND), y con herramientas para controlar, intercambiar y usar los datos. También se debe establecer una estructura y mecanismos de gobernanza de los datos, cumpliendo legislaciones existentes sobre protección de datos (RGPD), privacidad y comunicaciones electrónicas, entre otras cuestiones, lo que implica grandes retos a nivel legislativo y regulatorio. Los espacios de datos deben ser interoperables y fácilmente interconectables con otros espacios de datos para garantizar una mayor eficiencia en su gestión y uso, tratando de impulsar estándares comunes. Y, por supuesto, la seguridad y privacidad de los datos almacenados, procesados y compartidos es un principio fundamental.
La Estrategia europea de datos definió inicialmente un conjunto de sectores como prioritarios:
A esta lista inicial se han añadido los espacios de datos para medios de comunicación, patrimonio cultural, comunidades inteligentes, y lenguaje.
El Internet de las cosas, las herramientas avanzadas de análisis de datos, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático permiten cubrir algunos de los objetivos antes descritos, entre ellos, las fases de recolección y procesamiento de datos, así como herramientas para garantizar la privacidad y seguridad de la información. No obstante, la tecnología y el marco legal actual no son suficientes para transitar hacia una verdadera economía del dato y cubrir los objetivos de la estrategia europea.
¿Qué necesitamos para construir un espacio de datos? En sistemas TIC habitualmente se habla de una arquitectura en capas (layered architecture), en las que cada una de ellas tiene un propósito y cubre una funcionalidad, y se comunica con las que tiene por encima y por debajo. Esto abstrae al usuario – es decir, las aplicaciones que van a acceder al espacio de datos – de toda la complejidad que hay por debajo.
Para el caso de los espacios de datos, en la capa inferior tendremos toda la infraestructura tecnológica que aloja los datos, incluyendo servidores, dispositivos de almacenamiento de información y todos los elementos de comunicación. Hasta hace no tanto, la solución más viable en la mayoría de los casos ha sido la nube, que supone el almacenamiento y procesamiento de datos en servidores remotos gestionados normalmente por proveedores externos. Este modelo permite asignar los recursos de computación y almacenamiento bajo demanda, lo que lo hace muy flexible, escalable y eficiente en costes.
En los últimos años, sin embargo, se están haciendo más populares otras opciones como el borde (edge), que implica el procesamiento de los datos en dispositivos cercanos a donde se generan, lo que puede mejorar la velocidad y la eficiencia de la transmisión de datos. También se puede utilizar una combinación de ambas, donde parte del procesamiento se realiza en dispositivos de borde y parte en servidores remotos en la nube, lo que se conoce como computación en la niebla (fog computing) o computación de borde a nube (edge-to-cloud computing). La elección del tipo de infraestructura será uno de los puntos críticos en la construcción de los espacios de datos, y deberá responder a las necesidades específicas de cada uno.
A partir de aquí, el resto de las capas son software. En esta arquitectura simplificada se habla de elementos comunes para intercambio de datos, con componentes específicos que ayudan a cumplir los requisitos que se hayan definido. Habrá bloques de software que se centren en la gobernanza, cubriendo aspectos de propiedad de datos, políticas de acceso, responsabilidades de los actores involucrados y supervisión. Otros componentes estarán focalizados en la interoperabilidad, tratando de hacer transparentes a los usuarios los distintos modelos de datos, formatos y protocolos de comunicación. También hay que considerar la confianza en el intercambio de datos, con componentes que garanticen la privacidad y la seguridad. De cara a maximizar el valor de los datos, habrá componentes que permitan encontrarlos (mediante metadatos, por ejemplo) y ponerlos en un mercado de datos para ser intercambiados y vendidos.
En una capa superior, se desarrollarán componentes para servicios específicos en cada espacio de datos o para implementar los modelos de negocio que se definan en un futuro. Finalmente, habrá un punto de acceso para los usuarios de los espacios de datos.
Más allá de la Estrategia europea de datos, hay otras regulaciones en marcha que pretenden impulsarla. Entre otras, Bruselas propone un Reglamento sobre la gobernanza europea de los datos, de cara a facilitar el intercambio entre sectores y países europeos. En la misma línea, en 2022 se lanzó la Ley de Datos, cuyo objetivo es eliminar barreras en el acceso, manteniendo incentivos para los creadores y garantizándoles un control equilibrado.
La colaboración entre empresas, universidades y centros tecnológicos europeos garantizaría los desarrollos tecnológicos necesarios para la implementación de los espacios de datos. En el marco del programa Europa Digital se están financiado acciones preparatorias para la mayoría de los espacios de datos sectoriales. Estas incluyen generalmente un mapeo de los ecosistemas de datos existentes para ese sector y los formatos y estándares más habituales. Un ejemplo de ello es el proyecto PrepDSpace4Mobility, para el espacio de datos de transporte.
En las últimas convocatorias de Europa Digital se han publicado topics para financiar proyectos que trabajen en el desarrollo de los componentes de middleware mencionados, y definiendo casos que permitan un uso óptimo de cada espacio de datos sectorial.
Otros programas de financiación ayudarán a la construcción de los espacios de datos. Cabe destacar el Proyecto multinacional de infraestructura y servicios europeos comunes de datos, financiado con presupuesto de la UE y de varios Estados miembros, e implementado como un Proyecto Importante de Interés Común Europeo (IPCEI, por sus siglas en inglés) para proporcionar una infraestructura y servicios comunes federados cloud-to-edge, y un Consorcio Europeo de Infraestructuras Digitales (EDIC, por sus siglas en inglés) para la implementación de los espacios de datos. En paralelo, dentro del Cluster 4 del pilar II de Horizon Europe (Digital, industria y espacio), muchos de los topics del Destino 4 (Tecnologías informáticas y de datos líderes en el mundo) cubren aspectos relacionados con la implementación de los espacios comunes de datos.
Desde hace tiempo existen también iniciativas que están construyendo partes de espacios de datos. Una de las más populares, Gaia-X, persigue desarrollar una infraestructura de datos federada y segura, tratando de competir con los servicios cloud dominados por empresas estadounidenses (Amazon AWS, Microsoft Azure y Google Cloud sumaron el 66% del mercado global en 2022). Gaia-X fue promovida inicialmente por los gobiernos francés y alemán, pero cuenta ya con nodos en prácticamente toda la UE.
Otra iniciativa importante, también promovida por Alemania y muy enfocada al intercambio de datos en entornos industriales, es el modelo de referencia IDS-RAM. Los espacios de datos sectoriales a desarrollar para responder a la Estrategia europea de datos no necesariamente se basarán en Gaia-X para la infraestructura, IDS-RAM para el intercambio de datos, o cualquier otra alternativa actual, pero sin duda se apalancarán en estas experiencias previas. Por ejemplo, International Data Spaces (IDSA), que lidera el desarrollo de IDS-RAM, participa en varios proyectos financiados por Europa Digital en las convocatorias de espacios de datos.
En los próximos años los espacios de datos sectoriales irán tomando forma y definirán casos de uso que deberían ser útiles. Todavía es pronto para saber si se cumplirán los objetivos de la Estrategia europea de datos o nos quedaremos por el camino. Desde luego, este esfuerzo no está exento de críticas.
Por una parte, existe el riesgo de que, con el propósito buscar estructuras compatibles con diferentes estándares, formatos de datos y casos de uso, acabemos generando nuevos estándares que no hagan más que acrecentar la lista. Por otra parte, los espacios de datos sectoriales se están desarrollando de forma independiente, y corremos el riesgo de reinventar la rueda continuamente. Para paliar este problema, se ha establecido un Centro de Soporte para Espacios de Datos, cuya misión es velar por la coordinación entre los distintos espacios de datos sectoriales y garantizar la interoperabilidad y un conjunto de estándares comunes.
Otro aspecto que levanta dudas es el control de los datos. Se pretende que el propietario conserve el pleno control, pero la forma de implementarlo no está clara. ¿Será un mecanismo de gestión de derechos digitales, como los que fallaron en la protección de obras audiovisuales?
La resistencia al cambio en muchas organizaciones puede ser también un freno a la nueva economía del dato. Las empresas pueden ser reacias a compartir información valiosa, a pesar de que gran parte del esfuerzo en los espacios comunes de datos se destina a garantizar la seguridad, privacidad y propiedad. Podemos observar lo mismo en la administración pública, uno de los sectores prioritarios dentro de la estrategia europea: los espacios comunes de datos deberían apoyar la digitalización completa de los servicios públicos clave, pero las inercias internas y la burocracia son obstáculos muy complicados de sortear.
Y, aunque tuviéramos éxito en la construcción de estos espacios comunes de datos, la falta de mano de obra en Europa con conocimientos para alimentarlos y explotarlos es un problema mayor, ya que estamos muy lejos del objetivo planteado en la Década Digital de contar con más de 20 millones de especialistas TIC en Europa.
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