El INE (Instituto Nacional de Estadística) ha hecho público hoy el informe con los datos definitivos sobre las Actividades de I+D en 2019 en España. El gasto en Investigación y Desarrollo (I+D) interna ascendió a 15.572 millones de euros en 2019, el 4,2 % más que el año anterior, lo que equivale al 1,25 % del Producto Interior Bruto (PIB), solo una centésima más que en 2018. Puedes ver la nota de prensa del INE haciendo clic aquí.
Ahora te ofrecemos un interesante análisis a cargo de Guillermo Dorronsoro, experto en estrategia de Innovación y Management Board Advisor en ZABALA. La visión holística aplicada a la I+D:
‘Gasto en I+D, liderazgo institucional y compromiso colectivo’
Si algo nos están enseñando estos largos meses de lucha contra la pandemia, es que la disciplina y la solidaridad colectivas y el liderazgo institucional han sido los únicos instrumentos eficaces para afrontar los grandes retos que se han sucedido.
Gracias a esta receta, hemos conseguido doblegar la curva de contagios en la primera ola, y lo estamos consiguiendo en la segunda. Hemos conseguido paliar los efectos del confinamiento en el empleo gracias a los ERTE. Vamos a tener una oportunidad histórica de transformar nuestra economía con el apoyo del Fondo Next Generation EU, y los diferentes planes puestos en marcha en los diferentes niveles de la Administración.
Hay otra curva, menos llamativa que la de la propagación de los contagios por COVID, o el incremento del desempleo por las medidas de confinamiento. No conocemos sus datos a diario, ni siquiera mensualmente, sino una vez cada año, a finales de noviembre. Hoy el INE acaba de publicar los datos correspondientes a 2019. Y no son buenos: la inversión en I+D en proporción con nuestro PIB ha subido tan solo una centésima: 1,25% en 2019, frente al 1,24% del año 2018.
Gasto en I+D interna en relación con el PIB (Fuente: INE)
Seguimos sin cerrar la brecha con Europa (el último dato disponible es 2,11%), mientras que China está ya en el 2,23%…
Y este dato no es solo malo para los científicos o los tecnólogos. Vamos descubriendo, dolorosamente, que el comportamiento de esa curva predice el comportamiento de otras menos abstractas. El virus de la falta de inversión en Ciencia y Tecnología tiene el efecto de minar la competitividad de nuestras empresas y, en los casos más graves, de forzar su cierre o el traslado de sus sedes a otros países.
Pero no hemos reaccionado, al menos hasta ahora. Nos ha faltado estos últimos años el liderazgo institucional, y la disciplina colectiva para reaccionar. Estos últimos años me recuerdan a las primeras semanas de las dos olas que hemos vivido este año, en la que nos limitábamos a contemplar cómo progresaba la inexorable curva de propagación, como si se tratase de un destino inexorable.
Pero, por fortuna, en las dos olas ha llegado un momento en el que las instituciones han decidido que era el momento de tomar decisiones, aunque fueran muy difíciles. Han tenido que priorizar las actuaciones para doblegar la curva de contagios sobre otras muchas decisiones, para frenar la caída del empleo. Y las empresas y la sociedad hemos respondido con disciplina y con esfuerzo colectivo.
Ha llegado el momento de hacer este mismo ejercicio con la curva del I+D. Tenemos que conseguir un cambio de tendencia, igual que lo hemos conseguido en otros frentes.
El Plan de Choque para la Ciencia y la Innovación del Gobierno de España y la palanca “Ciencia e innovación, y refuerzo del Sistema Nacional de Salud” del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que quedarán integradas en el PEICTI 2021-2023, van en la dirección adecuada. En muchas Comunidades Autónomas están también abordando Planes y marcos legislativos para reforzar su apoyo al Sistema de Innovación estos próximos años.
Es importante que todas estas iniciativas se traduzcan en compromisos presupuestarios, en recursos. Los Presupuestos Generales del Estado van a quedar reforzados en este período 21 – 23 por las partidas procedentes de este segundo Plan que proceden del Next Generation EU.
Este liderazgo institucional debe estar acompañado del compromiso colectivo, de las entidades científico-tecnológicas, de las empresas y del conjunto de la sociedad. La experiencia de estos meses nos demuestra que somos capaces de conseguirlo. Nos va el futuro en ello: necesitamos del conocimiento para transformar nuestro tejido productivo, para innovar en los retos sociales que tenemos por delante.